Regímenes Totalitarios

El sistema totalitario como régimen político fue una realidad específica del siglo XX. El nacionalsocialismo y el comunismo, cuyas profundas afinidades mostró Hannah Arendt, fueron sus máximos exponentes. A diferencia de los regímenes autoritarios, los regímenes totalitarios no ambicionan sólo instaurar un monolitismo puramente exterior, es decir, un orden público aparente, sin discordancias audibles. Precisan la adhesión activa e incondicional de la población a su proyecto de sociedad.
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Hannah Arendt, Filósofa Política Alemán considerada una de las personas más influyentes del siglo XX. |
Según Arendt: “El totalitarismo es diferente por naturaleza de las otras formas de opresión política que conocemos, como el despotismo, la tiranía y la dictadura [...] El régimen totalitario transforma siempre a las clases en masas, sustituye el sistema de partidos no en dictaduras de partido único, sino en un movimiento de masas, cede el poder a la policía y pone en práctica una política exterior que tiende abiertamente a la dominación del mundo”.
El régimen totalitario se basa en cuatro elementos:
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Hittler y Mussolini, máximos exponentes del totalitarismo del siglo XX. |
- La exaltación de la figura del líder,
- El monopolio ideológico,
- El control de todos los medios de poder y de persuasión, y
- El sistema policial y de campos de concentración.
Comunismo
El Comunismo, es la ideología política cuya
principal aspiración es la consecución de una sociedad en la que los
principales recursos y medios de producción pertenezcan a la comunidad y no a
los individuos. En teoría, estas sociedades permiten el reparto equitativo de
todo el trabajo en función de la habilidad, y de todos los beneficios en
función de las necesidades. Algunos de los conceptos de la sociedad comunista
suponen que, en último término, no se necesita que haya un gobierno coercitivo
y, por lo tanto, la sociedad comunista no tendría por qué tener legisladores.
Mafalda, la tira cómica Argentina haciendo comentarios políticos en censura a los sistemas políticos. |
Sin embargo, hasta alcanzar este último estadio, el comunismo debe luchar, por
medio de la revolución, para lograr la abolición de la propiedad privada; la
responsabilidad de satisfacer las necesidades públicas recae, pues, en el
Estado.
El concepto comunista
de la sociedad ideal tiene lejanos antecedentes, incluyendo La República de
Platón y las primeras comunidades cristianas. La idea de una sociedad comunista
surgió, a principios del siglo XIX, como respuesta al nacimiento y desarrollo
del capitalismo moderno. En aquel entonces, el comunismo fue la base de una
serie de afirmaciones utópicas; sin embargo, casi todos estos primeros experimentos
comunistas fracasaron; realizados a pequeña escala, implicaban la cooperación
voluntaria y todos los miembros de las comunidades creadas participaban en el
proceso de gobierno.
Posteriormente, el término
‘comunismo’ pasó a describir al socialismo científico, la filosofía establecida
por Karl Marx y Friedrich Engels a partir de su Manifiesto Comunista. Desde
1917, el término se aplicó a aquellos que consideraban que la Revolución Rusa
era el modelo político ideal, refundido el tradicional marxismo ortodoxo con el
leninismo, creador de una verdadera praxis revolucionaria. Desde el
inicio de aquélla, el centro de gravedad del comunismo mundial se trasladó
fuera de la Europa central y occidental; desde finales de la década de 1940
hasta la de 1980, los movimientos comunistas han estado frecuentemente
vinculados con los intentos de los países del Tercer Mundo de obtener su
independencia nacional y otros cambios sociales, en el ámbito del proceso
descolonizador.
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Lenin, orientador de los Bolcheviques durante la revolución Soviética. |
La dura disciplina y la austeridad económica que se requería sólo podían imponerse mediante una inflexible dictadura que pudiera controlar todas las actividades de los ciudadanos y suprimir cualquier viso de disidencia o autonomía. El sistema de control total resultante fue denominado estalinismo, en virtud del personaje que lo protagonizó, Iósiv Stalin, el líder que controló y diseñó el gobierno de la URSS durante más de un cuarto de siglo tras la muerte de Lenin.
Por supuesto, el estalinismo se alejó tanto del dogma marxista como de la ideología leninista, estimulando el surgimiento de nuevas vías de comunismo de oposición, tales como el trotskismo. Tres décadas después de la muerte de Stalin, la URSS seguía regida por la imposición y no por el consenso; era una sociedad administrada de forma autoritaria por una burocracia administrativa que no era ni menos conservadora, ni estaba más cerca del pueblo de lo que lo están todas las grandes burocracias del mundo. La vida cultural e intelectual del país seguía, fundamentalmente, bajo el control del partido dirigente.
Mientras tanto, la ideología del partido afirmaba que se había alcanzado el socialismo y que la implantación final del verdadero comunismo estaba cercana.
El contexto histórico en que tal proceso se desarrolló provocó la disidencia de países en los que, si bien se había adoptado el marxismo, no se aceptaba la hegemonía soviética sobre el conjunto del comunismo mundial; tal fue el caso de China, donde su líder Mao Zedong alumbró una nueva tendencia comunista ajustada a las peculiaridades del Tercer Mundo que recibió el nombre de maoísmo.
A principios de la década de 1980, la URSS era la segunda potencia industrial mundial. Su arsenal bélico y equipamiento industrial estaban respaldados por importantes avances científicos y por un alto nivel general de educación técnica. El nivel de vida, aunque seguía siendo bajo comparado con el de los países occidentales, había aumentado considerablemente desde la II Guerra Mundial. Sin embargo, hacia finales de la década se fue haciendo patente que el comunismo soviético estaba en crisis. El crecimiento de los nacionalismos entre las repúblicas soviéticas, unido al resentimiento provocado por décadas de escasez y arbitrariedades, desafiaron tanto los fundamentos ideológicos del comunismo como la legitimidad del Estado. A finales de 1991, la lucha política llevó al colapso al Partido Comunista y a la propia disolución de la URSS.
Mientras tanto, la ideología del partido afirmaba que se había alcanzado el socialismo y que la implantación final del verdadero comunismo estaba cercana.
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Mao Zedong líder comunista Chino. |
A principios de la década de 1980, la URSS era la segunda potencia industrial mundial. Su arsenal bélico y equipamiento industrial estaban respaldados por importantes avances científicos y por un alto nivel general de educación técnica. El nivel de vida, aunque seguía siendo bajo comparado con el de los países occidentales, había aumentado considerablemente desde la II Guerra Mundial. Sin embargo, hacia finales de la década se fue haciendo patente que el comunismo soviético estaba en crisis. El crecimiento de los nacionalismos entre las repúblicas soviéticas, unido al resentimiento provocado por décadas de escasez y arbitrariedades, desafiaron tanto los fundamentos ideológicos del comunismo como la legitimidad del Estado. A finales de 1991, la lucha política llevó al colapso al Partido Comunista y a la propia disolución de la URSS.
Fascismo
Es la forma de totalitarismo
del siglo XX que pretende la estricta reglamentación de la existencia nacional
e individual de acuerdo con ideales nacionalistas y a menudo militaristas; los
intereses contrapuestos se resuelven mediante la total subordinación al
servicio del Estado y una lealtad incondicional a su líder. En contraste con
los totalitarismos de izquierdas identificados con el comunismo, el fascismo
basa sus ideas y formas en el conservadurismo extremo. Los regímenes fascistas
se parecen a menudo a dictaduras —y a veces se transforman en ellas—, a
gobiernos militares o a tiranías autoritarias, pero el fascismo en sí mismo se
distingue de cualquiera de estos regímenes por ser de forma concentrada un
movimiento político y una doctrina sustentados por partidos políticos al margen
del poder.
Fascismo Italiano
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Símbolo Romano del poder. |

En 1922, Mussolini se hizo con el control del gobierno italiano amenazando con un golpe de Estado si se rechazaban sus demandas.
Al principio gobernó de manera constitucional encabezando una coalición de partidos, pronto se deshizo de los obstáculos que ponían freno a su autoridad e implantó una dictadura. Todos los partidos políticos, excepto el Partido Fascista, fueron prohibidos y Mussolini se convirtió en el Duce (el líder del partido). Se abolieron los sindicatos, las huelgas fueron prohibidas y los opositores políticos silenciados.
Fascismo en Otros Países
El régimen de Mussolini
facilitó el modelo de fascismo característico de las décadas de 1920 y 1930. La
Gran Depresión y el fracaso de los gobiernos democráticos al abordar las
consecuentes dificultades económicas y el desempleo masivo, alimentaron la
aparición de movimientos fascistas en todo el mundo. Sin embargo, el fascismo
en los otros países se diferenciaba en ciertos aspectos de la modalidad
italiana. El nacionalsocialismo alemán era más racista; en Rumania, el fascismo
se alió con la Iglesia ortodoxa en vez de con la Iglesia católica romana. En
España, el grupo fascista radical Falange Española fue originariamente hostil a
la Iglesia católica romana, aunque después, bajo la dirección del dictador
Francisco Franco, se unió a elementos reaccionarios y pro-católicos. El
gobierno autoritario militar de Japón se parecía mucho al de la Alemania nazi.
Dirigido por los militares ensalzaba las virtudes guerreras tradicionales y una
devoción absoluta al emperador divino. Al igual que sus correligionarios
alemanes, los japoneses lanzaron una fanática ofensiva hacia la expansión a
través de conquistas militares. En Francia el fascismo estaba dividido en
varios movimientos. Mientras que en la mayoría de los casos el fascismo
prosperó en países que estaban atrasados en el plano económico o marcados por
fuertes tradiciones políticas autoritarias, el fascismo galo avanzó en una de
las democracias europeas más consolidadas. En 1934 unas 370.000 personas
pertenecían a las diferentes organizaciones fascistas francesas, tales como Jeunesses
Patriotes (Juventudes Patrióticas), Solidarité Française
(Solidaridad Francesa), Croix de Feu (Cruz de Fuego), Action Française
(Acción Francesa) y Francistes (Francistas). Más de 100.000 de entre
ellos se congregaban en París.
El régimen personal que estableció Miklós Horthy en Hungría, en 1920, precedió en realidad a Mussolini en Italia como la primera dictadura nacionalista de entreguerras pero Horthy no era totalmente un fascista y los fascistas húngaros sólo consiguieron el poder bajo la ocupación alemana, de 1944 a 1945.
En Gran Bretaña, la Unión de Fascistas Británicos, de Oswald Mosley,
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Oswald Mosley, líder Fascista Británico. |
En Noruega, el fascismo atrajo a algunos simpatizantes notables como Vidkun Quisling y el premio Nobel de Literatura Knut Hamsun, pero del mismo modo necesitó de la ocupación alemana para disfrutar de algún poder político.
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Vidkun Quisling reunido con Adolf Hitler |
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Desfile de la Guardia de Hierro. |
En Rumania, un fuerte antisemitismo
inspiró un violento movimiento llamado la Guardia de Hierro, que convulsionó la
política del país desde la década de 1920 hasta su aniquilación por el Ejército
rumano bajo Ion Antonescu durante la contienda civil que siguió a la abdicación
del rey Carol II en 1940. Los fuertes antagonismos culturales y religiosos en
Croacia y Bosnia llevaron a la creación de la Ustaša, un grupo fascista
católico que, bajo los auspicios del Eje, llevó a cabo terribles pogromos de
judíos y serbios ortodoxos desde 1941 hasta 1945. El régimen dictatorial
impuesto por António de Oliveira Salazar en Portugal en 1932 poseía notables
características fascistas, sin exhibir el totalitarismo extremo del nazismo o
de movimientos de otros lugares.
El fascismo disfrutó de
un mayor éxito en el periodo de entreguerras en los países del este y del sur
de Europa. En Austria Engelbert Dollfuss, canciller desde 1932, disolvió la
República austriaca y dirigió un régimen proto-fascista en alianza con
Mussolini hasta que fue asesinado en 1934 por militantes nacionalsocialistas
que pretendían la unión con la Alemania nazi. Neo-fascismo
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Joven Italiano, manifestando su fuerte convicción al neo-fascismo. en su tatuaje se lee en Alemán la frase "Mi honor es la lealtad". |
La derrota de Alemania
e Italia en la II Guerra Mundial desacreditó al fascismo en Europa en el
periodo de posguerra. Países como España y Portugal, cuyos gobiernos fascistas
se mantuvieron en el poder después de la contienda, pasaron del totalitarismo
al autoritarismo, y difuminaron sus rasgos fascistas. La ulterior recuperación
económica suprimió el descontento social que había contribuido a la expansión
del fascismo de preguerra y en la mayoría de los países democráticos el
fascismo pareció destinado a un exilio permanente en una franja política
residual. No obstante, durante las décadas de 1980 y 1990 el fascismo
reapareció en algunos estados democráticos occidentales. Sus manifestaciones
más evidentes, englobadas de forma genérica bajo la denominación 'neofascismo',
se materializaron en actitudes de tipo racista y xenófobo frente a inmigrantes
del Tercer Mundo y en la desilusión respecto a los partidos políticos que
representaban la legalidad democrática
Nazismo

También conocido como
Nacionalsocialismo, movimiento político alemán que se constituyó en 1920 con la
creación del Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (Nationalsozialistiche
Deutsche Arbeiter-Partei, NSDAP), llamado habitualmente partido nazi. Su
apogeo culminó con la proclamación del III Reich, el régimen totalitario alemán
presidido entre 1933 y 1945 por Adolf Hitler, responsable del inicio de la II
Guerra Mundial y causante del Holocausto.
Surgimiento y ascenso del Nazismo
El nacionalsocialismo tenía muchos puntos en común con el fascismo. No obstante, sus raíces eran típicamente alemanas: el autoritarismo y la expansión militar propios de la herencia prusiana; la tradición romántica alemana que se oponía al racionalismo, al liberalismo y a la democracia; diversas doctrinas racistas según las cuales los pueblos nórdicos —los llamados arios puros— no sólo eran físicamente superiores a otras razas, sino que también lo eran su cultura y moral; así como determinadas doctrinas filosóficas, especialmente las del alemán Friedrich Nietzsche, que idealizaban al Estado o exaltaban el culto a los individuos superiores, a los que se eximía de acatar las limitaciones convencionales.
Entre los teóricos y planificadores
del nacionalsocialismo se encontraba el experto en geopolítica y general alemán
Karl Ernst Haushofer, que ejerció una gran influencia en la política exterior
de Alemania. Alfred Rosenberg, editor y miembro del partido nazi, formuló las
teorías raciales basándose en la obra del escritor angloalemán Houston Stewart
Chamberlain. El financiero Hjalmar Schacht se encargó de elaborar y poner en
práctica gran parte de la política económica y bancaria, y Albert Speer,
arquitecto y uno de los principales dirigentes del partido, desempeñó una labor
fundamental supervisando la situación económica en el periodo previo a la II
Guerra Mundial.
Repercusiones de la I Guerra Mundial
El origen inmediato del
nacionalsocialismo debe buscarse en las consecuencias de la derrota alemana en
la I Guerra Mundial (1914-1918). De acuerdo con los términos del Tratado de
Versalles (1919), Alemania era la única responsable del conflicto, por lo que
fue despojada de su imperio colonial y de importantes territorios en el
continente, como Alsacia y Lorena, y obligada a pagar onerosas reparaciones de
guerra.

La vida política y económica alemana se vio gravemente afectada a causa
de las condiciones de este acuerdo. La elevada inflación, que alcanzó un punto
crítico en 1923, casi acabó con la clase media alemana, y muchos de sus
miembros, empobrecidos y sin esperanzas, se comenzaron a sentir atraídos por
los grupos políticos radicales que surgieron en la posguerra. Pocos años
después de que se hubiera alcanzado un cierto grado de progreso y estabilidad
económica, la crisis económica mundial que comenzó en 1929 sumió a Alemania en
una depresión que parecía irremediable. Hacia 1933, muchos votantes alemanes apoyaron
a alguno de los dos principales partidos totalitarios, el Partido Comunista
Alemán (KPD) y el NSDAP.
El partido Nacionalsocialista
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Adolf Hitler, político del Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo. |
Hitler, El Líder Supremo
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Las SA saludando a Hitler tras su salida de un discurso. |
Hitler fue elegido presidente
con poderes ilimitados del partido en 1921. Ese mismo año, el movimiento adoptó
como emblema una bandera con fondo rojo en cuyo centro había un círculo blanco
con una cruz esvástica negra. En diciembre de 1920, Hitler había fundado el
periódico Völkischer Beobachter, que pasó a ser el diario oficial de la
organización. A medida que fue aumentando la influencia del KPD, fundado en
1919, el objetivo principal de la propaganda nacionalsocialista fue la denuncia
del bolchevismo, al que consideraban una conspiración internacional de
financieros judíos. Asimismo, proclamaron su desprecio por la democracia e
hicieron campaña en favor de un régimen dictatorial.
Partido Nacionalsocialista y su rápido ascenso participativo
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Reichstag, edificio que sirvió de Parlamento durante la República de Weimar. |
El partido nazi rentabilizó
al máximo el agravamiento de la depresión económica (conocida
internacionalmente como la Gran Depresión) entre 1929 y 1932. Los esfuerzos
desesperados del canciller Heinrich Brüning por salvar la república democrática
mediante decretos de emergencia no consiguieron frenar el creciente desempleo.
Por el contrario, la ineficacia de su administración socavó la escasa fe de la
población alemana en la democracia parlamentaria. Así pues, Hitler obtuvo un
elevado número de votos en las elecciones presidenciales de 1932, aunque la
victoria final fue para Paul von Hindenburg.
En las elecciones al Reichstag celebradas en julio de 1932, el NSDAP recibió 13,7 millones de votos y consiguió 230 escaños de un total de 670. Se había convertido en el partido más fuerte, aunque no contaban aún con la mayoría absoluta, y el presidente Hindenburg ofreció a los nacionalsocialistas ingresar en un gobierno de coalición. Hitler rechazó esta propuesta y reclamó gobernar en solitario. Se disolvió el Reichstag y el NSDAP obtuvo únicamente 11,7 millones de votos (196 escaños) en las elecciones que se convocaron en noviembre para elegir una nueva asamblea. El SPD y el KPD obtuvieron en total más de 13 millones de votos, lo que les reportó 221 escaños; sin embargo, puesto que estos grupos eran rivales, los nazis, a pesar de su retroceso electoral, continuaron siendo la fuerza mayoritaria en el Reichstag. Hitler volvió a negarse a participar en un gobierno de coalición y la asamblea legislativa alemana se disolvió por segunda vez. Hindenburg finalmente nombró a Hitler canciller el 30 de enero de 1933, aconsejado por quien desempeñaba ese cargo hasta entonces, el dirigente del partido católico del Centro, Franz von Papen. A partir de este momento se inició la creación del Estado nacionalsocialista instituido bajo un sistema de partido único.
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El re-electo presidente Alemán Paul Von Hindenburg saluda al nuevo canciller Adolf Hitler. |
A finales de febrero,
cuando estaba a punto de concluir la campaña de las nuevas elecciones al
Reichstag, el edificio que albergaba al parlamento fue destruido por un
incendio y se sospechó que este acto había sido provocado. Los nazis culparon a
los comunistas y utilizaron este incidente como un pretexto para reprimir a los
miembros del KPD con una brutal violencia; la misma suerte corrió
posteriormente el SPD. Ningún partido ofreció una resistencia organizada.
Finalmente, todas las demás agrupaciones políticas fueron ilegalizadas, se
consideró un delito la formación de nuevos partidos, y los nacionalsocialistas
pasaron a ser la única organización política legal. Por la Ley de Poderes
Especiales del 23 de marzo de 1933, todas las facultades legislativas del
Reichstag fueron transferidas al gabinete. Este decreto otorgó a Hitler poderes
dictatoriales por un periodo de cuatro años y representó el final de la
República de Weimar. El 1 diciembre de 1933 se aprobó una ley por la cual el
partido nazi quedaba indisolublemente ligado al Estado.
La Reorganización de la Sociedad Alemana
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Incendio del Reichstag. |
1. Gestapo
La Geheime Staatspolizei (Policía Secreta del Estado), conocida como Gestapo, fue fundada en 1933 para reprimir la oposición al régimen de Hitler. Cuando se incorporó al aparato del Estado en 1936, se la declaró exenta de someterse a las restricciones que imponía la ley, y sólo debía responder de sus actos ante su jefe, Heinrich Himmler, y ante el propio Hitler.
2. Centralización y Coordinación
Desde 1933 hasta 1935,
la estructura democrática de Alemania fue sustituida por la de un Estado
completamente centralizado. La autonomía de la que anteriormente habían
disfrutado las autoridades provinciales quedó abolida; estos gobiernos
regionales quedaron transformados en instrumentos de la administración central
y fueron estrictamente controlados. El Reichstag desempeñaba un papel meramente
formal, una vez desposeído de su carácter legislativo. A través de un proceso
de coordinación (Gleichschaltung), todas las organizaciones
empresariales, sindicales y agrícolas, así como la educación y la cultura,
quedaron supeditadas a la dirección del partido. Las doctrinas
nacionalsocialistas se infiltraron incluso en la Iglesia protestante. Se
promulgó una legislación especial por la cual los judíos quedaron excluidos de
la protección de la ley.
3. La purga de 1934
El desempleo fue el problema más transcendente al que tuvo que hacer frente Hitler al asumir el poder. La industria alemana producía en esos momentos aproximadamente a un 58% de su capacidad. Se estima que el número de desempleados de Alemania oscilaba entre los 6 y los 7 millones. Miles de ellos eran miembros del partido que esperaban que Hitler aplicara las promesas anticapitalistas expuestas en la propaganda nazi, acabara con los monopolios y asociaciones de industriales y reactivara la industria mediante la creación de un gran número de pequeñas empresas. Los miembros del partido reclamaban una segunda revolución. Las SA, dirigidas por Ernst Röhm, asumieron el control de las Fuerzas Armadas como parte del nuevo programa. Hitler tuvo que elegir entre un régimen nacionalsocialista sustentado por las masas o una alianza con los industriales del país y el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y eligió esta última opción.
El 30 de junio de 1934,
en la posteriormente denominada Noche de los cuchillos largos, el Führer
ordenó a las SS eliminar a diversos miembros de las SA, un grupo que podía
instigar una rebelión en el Ejército, en opinión de Hitler. Fueron asesinados
varios líderes de las SA y del partido, entre ellos Röhm y decenas de sus
seguidores, muchos de los cuales no eran contrarios a la política de Hitler.
También se incluyó en la purga a otros enemigos del régimen, como el general
Kurt von Schleicher, y a algunos monárquicos que defendían la restauración de
la dinastía Hohenzollern.
Repercusiones del Mando Nazista
La creación del nuevo
orden permitió a los nacionalsocialistas resolver el desempleo, proporcionar un
nivel de vida aceptable a los trabajadores y campesinos alemanes, enriquecer al
grupo de la elite del Estado, la industria y las finanzas y crear una
espectacular maquinaria de guerra. A medida que se erigía el nuevo orden en
Alemania, los nazis avanzaban política y diplomáticamente en la creación de la
Gran Alemania. La política exterior de Hitler representó un oscuro capítulo de
la historia cuyos acontecimientos más relevantes fueron la remilitarización de
Renania (1936); la formación del Eje Roma-Berlín (1936); la intervención en la
Guerra Civil española (1936-1939) en apoyo de las tropas del general Francisco
Franco; la Anschluss (‘unión’) de Austria (1938); la desintegración del Estado
checoslovaco (1939), tras ocupar un año antes los Sudetes, región con numerosa
población alemana; la negociación de un pacto de no agresión con la Unión
Soviética (el denominado Pacto Germano-soviético), que contenía un acuerdo
secreto para el reparto de Polonia; y, como consecuencia de esta cláusula, la
inmediata invasión del territorio polaco el 1 de septiembre de 1939, acción que
dio inicio a la II Guerra Mundial.
Hitler se jactaba de que el nacionalsocialismo había resuelto los problemas de la sociedad alemana y perduraría durante miles de años. El nacionalsocialismo solucionó algunos conflictos ante los que la República de Weimar se mostró impotente y transformó a la débil república en un Estado industrial y políticamente poderoso. Pero esta reconstrucción condujo a la II Guerra Mundial, el enfrentamiento bélico más cruento y destructivo de la historia de la humanidad, del que Alemania salió derrotada, dividida y empobrecida. También hay que añadir al precio de esta empresa el sufrimiento del pueblo alemán durante el gobierno de Hitler y después de su muerte. El aspecto más trágico del nacionalsocialismo fue el asesinato sistemático de 6 millones de judíos.
El hecho más espeluznante realizado por los Nazis fue el holocausto Judío. |
Tras el final de la II Guerra
Mundial, e incluso después de que tuvieran lugar los juicios por crímenes de
guerra seguidos fundamentalmente en la ciudad de Nuremberg, continuó existiendo
un pequeño movimiento neonazi en la República Federal de Alemania, que adquirió
cierta popularidad tras la reunificación alemana de 1990, formado por jóvenes
descontentos que han elegido como blanco de sus actos violentos a ciudadanos
judíos, negros, homosexuales y de otros grupos. También han surgido
organizaciones neonazis en distintos países europeos y americanos.
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